Por Luis Enrique Cruz Villada
Quédate en mis ojos, como las olas en el mar…
Una frase que debí decirte alguna vez, así como
recordarte todas noches cuanto te amo.
Pero hoy me tengo que ir, tú así me lo pediste – lo siento, se me acabo el amor – y no me quedo nada más
que hacer que aceptar
que era hora de decir adiós.
Mi autobús sale mañana a las 6, y es por eso que te
escribo esta carta.
Te prometo intentar no pensar en ti, llorar lo menos posible.
Te prometo quemar y destruir los recuerdos.
También te prometo que tratare de llevarme el aroma de mi lado de la cama, esconder las
fotografías y llevarme mi guitarra, condenar al olvido los acordes que sonaban
en el piano con tu canción.
Prometo llevarme los besos, las caricias, tus miradas
cuando hacíamos el amor, la manera en como me besabas, como me hacías morir
cuando jugabas con mi cuello.
Prometo que si nos encontramos, fingiré un saludo
casual, un ¿Cómo estas?, como cualquier otro.
Prometo fingir que no paso nada, que no existí en tu
vida.
Lo último que puedo prometer es que, quizá, en algunos
años veras esta carta, o las fotos que olvide, quizá alguna camisa o mi
chamarra con tu aroma, y entonces, quizá sonreirás…