Carta de
un náufrago al mar
Por
Luis
Enrique Cruz Villada
Día 120
Aún sigo sin ella, hay noches
que el dolor es demasiado, mi corazón quema como si un hierro al rojo entrará
en contacto con él.
Hay noches que las vivo en
insomnio, hay otras en las que logró conciliar el sueño, pero las pesadillas me
invaden, pesadillas donde la veo marcharse de nuevo, y de pronto, despertar
sudando frío.
Esa tormentosa sensación de
querer regresar el tiempo, de querer abrazarla de nuevo, de besarla, de sentir
como su cabeza encuentra lugar en mi pecho nuevamente, ¡para poder decirle
cuanto la quiero!
El cielo se cubre de
nubarrones, como extraño su beso bajo la lluvia, tomarla nuevamente de la mano
y caminar juntos en el parque.
Las tardes con aroma a café,
sabor a tequila, el sentir de su piel con la mía y su esencia de mujer, la
nostalgia de sentirla mía, de saberme suyo hasta la locura.
Y es que por momentos, no me
siento tan fuerte como solía sentirme, como si ella, con su partida, de un
zarpazo me hubiese arrancado hasta las ganas de vivir.
¿Pensará aún en mí?, lo dudo,
no creo que sepa lo que es ese dolor que se siente cuando pierdes a alguien a
quien amas, no creo que haya pasado tardes recostada en el piso, mirando al
techo, perdiéndose en el tiempo, en los recuerdos, despertar dándose cuenta que
la noche ha invadido tu alrededor.
¿Conocerá el insomnio, el
dolor, las tardes llenas de lágrimas, las madrugadas llenas de canciones y
tequila, de gritos, de pesadillas…?
Solo te pido una cosa, déjame saborearla
una vez más, sus besos, sus caricias, y si lo consideras necesario, llévate después
si recuerdo, todo lo que ella era aquí, llévatelo lejos, no quisiera saber más de ella