Por Luis Enrique Cruz Villada
LLEGUÉ A CASA Y LO PRIMERO QUE HICE FUE SENTARME EN EL SOFÁ QUE TANTO SOLÍA GUSTARTE, AQUEL AL QUE NO DEJABAS AL PERRO NI SIQUIERA MIRAR.
APAGUE EL TELÉFONO, NI SIQUIERA ME MOLESTE EN ENCENDER LA LUZ, ME RECOSTÉ Y CERRÉ LOS OJOS, Y SIN AVISO, LAS LÁGRIMAS EMPEZARON A BROTAR.
NO SABIA SI GRITAR O PELEARME CON LA PARED, COMO SUELO HACER CADA VEZ QUE NO ENCUENTRO UNA RESPUESTA, UNA SALIDA.
LENTAMENTE ABRÍ LOS OJOS Y ME LEVANTE DEL SOFÁ, EMPECE A CAMINAR HACIA EL PIANO, COMENZANDO A JUGAR CON LAS TECLAS AL AZAR, SIN ARMONÍA Y SIN CONGRUENCIA ALGUNA, TRATANDO INÚTILMENTE DE RECORDAR LAS NOTAS DE LA MELODÍA QUE TANTO SOLÍA GUSTARTE.
AUN ESTÁN EN MI CABEZA LAS ULTIMAS PALABRAS QUE PRONUNCIASTE ANTES DE SALIR: "LO SIENTO, SE ME ACABO EL AMOR", LO DIJISTE TAN NATURAL QUE PENSÉ QUE ESTABAS BROMEANDO.
TUS PLANES, NUESTROS SUEÑOS, TUS RISAS, MIS DESVELOS, NUESTROS JUEGOS POR LA CASA.
LA CAMA VACÍA, EL CLOSET DEMASIADO GRANDE, ESA HABITACIÓN EN LA QUE DECIDÍ PERDERME EN TI.
TU PIEL BLANCA, TU CABELLO ¿CASTAÑO?, ESTOY CONFUNDIDO, NO RECUERDO BIEN.
TUS DÍAS DIFÍCILES, TUS GRITOS QUE SE OÍAN EN TODO EL EDIFICIO, TU SUAVE RONQUIDO QUE A VECES NO ME DEJABA NI DORMIR.
SINCERAMENTE... TE EXTRAÑO.
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